Sanar tus Heridas de la Infancia - Cómo tus heridas de la infancia influyen en tus hijos

Sanar las heridas de la infancia

Las experiencias tempranas que vivimos en la infancia juegan un papel crucial en la manera en que desarrollamos nuestra identidad y nuestras relaciones.

A menudo, las heridas emocionales no resueltas se trasladan a la vida adulta y pueden influir en la forma en que criamos a nuestros hijos.

Sanar estas heridas es una oportunidad valiosa para romper ciclos y convertirnos en la madre o el padre que nuestros hijos necesitan.

Es un proceso transformador que no solo impacta profundamente en tu vida personal, sino también en la manera en que crías a tus hijos y te relacionas con los demás.

Las heridas emocionales que sufrimos durante nuestra niñez influyen directamente en nuestros pensamientos, comportamientos y creencias en la vida adulta.

A través de la sanación, tienes la oportunidad de romper ciclos, sanar el dolor que no es tuyo, y ofrecer una mejor versión de ti a quienes más amas.

En este artículo, exploraremos cómo influyen estas heridas en nuestras vidas y en las de nuestros hijos, y cómo podemos sanarlas para brindarles un entorno más saludable.

 

¿Cómo afectan a los niños las heridas de la infancia de los padres?

Según Anamar Orihuela, en su libro Transforma las heridas de tu infancia, las cinco heridas principales —rechazo, abandono, humillación, traición e injusticia— son como “cadenas invisibles” que arrastramos y que, si no se sanan, terminan impactando nuestras relaciones más cercanas, especialmente con nuestros hijos.

De igual forma, Mark Wolynn, en Este dolor no es mío, subraya que a menudo repetimos patrones familiares heredados, reproduciendo inconscientemente las mismas dinámicas emocionales que vivimos en nuestra infancia.

Por ejemplo, una madre que creció sintiendo abandono puede, en su intento de ser presente, caer en la sobreprotección o en el control excesivo de sus hijos, sin darse cuenta de que está limitando su autonomía.

Esta sobreprotección, en lugar de transmitir seguridad, puede hacer que los hijos crezcan sintiendo que el mundo es un lugar peligroso del que deben ser resguardados, reproduciendo la inseguridad que la madre cargó en su infancia.

Por otro lado, un padre que experimentó rechazo puede ser emocionalmente distante o exigente con sus hijos, creyendo que la “dureza” es la mejor forma de prepararlos para el mundo.

Esto crea una barrera emocional que impide la conexión genuina y amorosa entre padres e hijos, afectando el sentido de valía y aceptación de los pequeños.

 

Sanar heridas de la infancia: la oportunidad perfecta para convertirte en la mamá que tus hijos necesitan

Sanar tus heridas es, sin duda, uno de los actos más poderosos de amor propio y de amor hacia tus hijos.

Lise Bourbeau, en Las 5 heridas que impiden ser uno mismo, menciona que cuando comenzamos a sanar, nos liberamos de las máscaras que hemos usado para protegernos, y nos reconectamos con nuestra esencia.

Este proceso nos permite relacionarnos de manera más auténtica con nuestros hijos, en lugar de proyectarles nuestros miedos o frustraciones.

Imagina cómo cambiaría tu relación con tus hijos si dejaras de sentir que necesitas controlar sus acciones para que no te abandonen o si pudieras validar sus emociones sin revivir la humillación que tú experimentaste en tu niñez.

La sanación te permite estar presente de una manera mucho más amorosa y comprensiva, permitiendo que tus hijos crezcan en un ambiente de seguridad emocional, donde pueden desarrollar su autoestima y sentir que son suficientes tal y como son.

Al sanar, nos damos la oportunidad de ser padres más conscientes, compasivos y empáticos.

Es la oportunidad de romper el ciclo generacional de dolor y ofrecer a nuestros hijos un modelo de bienestar emocional.

La sanación permite a las madres y los padres estar más presentes, sin las sombras del pasado, lo que fortalece los vínculos familiares y ayuda a construir relaciones más saludables y nutritivas.

Al reconocer nuestras heridas, tenemos la capacidad de responder a nuestros hijos con paciencia y comprensión, en lugar de reaccionar desde nuestras propias experiencias no resueltas.

 

¿Cuáles son las heridas de la infancia?

Las cinco heridas emocionales más comunes que mencionan Bourbeau y Orihuela son:

 

1- Rechazo

Sentir que no fuimos deseados o que nuestras emociones no importaban.

  • Ejemplo en la vida adulta: Adultos que se sienten no merecedores del amor, que evitan relaciones profundas por miedo a ser rechazados.
  • Cómo se ve en la crianza: Padres que evitan la confrontación emocional con sus hijos, creando distancias emocionales o “paredes” que impiden la verdadera conexión.

 

2- Abandono

La sensación de que fuimos dejados a nuestra suerte o no recibimos suficiente atención.

  • Ejemplo en la vida adulta: Personas que buscan constantemente la aprobación y temen ser dejadas por sus seres queridos.
  • Cómo se ve en la crianza: Padres que son sobreprotectores o que tienen miedo de poner límites por temor a que sus hijos se “alejen”.

 

3- Humillación

Haber sido ridiculizados o avergonzados en momentos de vulnerabilidad.

  • Ejemplo en la vida adulta: Adultos que tienden a autocriticarse o a evitar situaciones en las que puedan sentirse juzgados.
  • Cómo se ve en la crianza: Padres que inconscientemente repiten patrones de vergüenza con sus hijos, criticando o minimizando sus emociones.

 

4- Traición

Sentir que alguien en quien confiábamos nos engañó o traicionó.

  • Ejemplo en la vida adulta: Personas que desconfían profundamente de los demás y se sienten traicionadas con facilidad.
  • Cómo se ve en la crianza: Padres que tienen dificultad para confiar en sus hijos o que intentan controlarlos para evitar “fallas” o decepciones.

 

5- Injusticia

La sensación de que se nos trató de manera injusta o que no nos valoraron por lo que hacíamos.

  • Ejemplo en la vida adulta: Personas que buscan constantemente la perfección para evitar ser juzgadas o tratadas de manera injusta.
  • Cómo se ve en la crianza: Padres que exigen perfección a sus hijos, impidiendo que experimenten y aprendan de los errores, porque creen que es la única manera de ser valorados.

 

Más sobre las heridas de la infancia

Estas heridas no necesariamente ocurren por grandes eventos traumáticos; muchas veces, pequeños momentos repetidos de desatención o falta de afecto también pueden crear heridas profundas.

Las heridas emocionales que no sanamos impactan en nuestros hijos de maneras profundas.

Como menciona Bourbeau, los padres que no sanaron su herida de traición, por ejemplo, pueden proyectar su desconfianza en sus hijos, lo que les genera inseguridades y los hace dudar de sus propias capacidades.

Este tipo de crianza, aunque bien intencionada, siembra en los niños un miedo a fallar o decepcionar, afectando su autoestima y confianza.

Cuando una madre o un padre no ha sanado sus heridas de la infancia, estas pueden manifestarse en la crianza de sus hijos de formas que ni siquiera se reconocen fácilmente. Por ejemplo, una madre que experimentó rechazo durante su infancia puede tener dificultad para establecer límites saludables con sus hijos, en un intento de evitar ser rechazada por ellos.

Las heridas emocionales no sanadas también pueden manifestarse en un ciclo de expectativas no alcanzadas, en el que los padres buscan que sus hijos llenen vacíos emocionales.

Esto puede crear una carga emocional excesiva para los hijos, quienes sienten la presión de satisfacer las necesidades emocionales de sus padres

Mark Wolynn, en Este dolor no es mío, añade que muchas de las heridas emocionales que cargamos no son solo nuestras, sino que se transmiten a través de generaciones.

El dolor, los miedos y las creencias limitantes de nuestros padres y abuelos pueden estar influyendo en nuestra vida sin que lo sepamos.

Sanar nuestras heridas no solo nos libera a nosotros, sino que también detiene la transmisión intergeneracional de ese dolor.

 

¿Cómo sanar las heridas de la infancia?

Sanar tus heridas de la infancia es un proceso que requiere compromiso y disposición para enfrentar emociones difíciles.

Te invito a ver el VIDEO que está debajo, en el que te comparto 4 pasos prácticos para comenzar a sanar tus y poder brindar a tus hijos un entorno más saludable. 

¡Que lo disfrutes!.

Conclusiones

Sanar tus heridas no solo te libera a ti, sino que también transforma el legado que dejas a tus hijos.

No tienes que repetir los ciclos de dolor. Puedes ser la madre o el padre que tus hijos necesitan, y todo comienza por ti.

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Un fuerte abrazo,

Natalia Nin

Psicóloga Clínica, Doula de Parto, Mentora de Madres.

 

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